La victoria del ultraderechista Javier Milei en las PASO (Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias) argentinas ha encendido una alerta en toda América Latina

Resultados de las últimas elecciones primarias en Argentina

El pasado domingo 13/08, el pueblo argentino acudió a las urnas en la primera etapa del proceso electoral, las elecciones primarias, conocidas como PASO (Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias), que deciden los candidatos de las diversas listas compuestas por diferentes partidos que competirán en las elecciones generales. Lamentablemente, los resultados no fueron muy alentadores. El candidato de extrema derecha Javier Milei fue el más votado, recibiendo el 30,04% de los votos nacionales, el total de los votos de la lista en la que participa ya que no hubo competencia interna. La segunda lista más votada fue Juntos por el Cambio (JxC), una coalición de la derecha tradicional sistémica argentina, que obtuvo el 28,27% de los votos divididos entre Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta, quienes recibieron el 16,98% y el 11,30% de los votos respectivamente. La tercera lista que recibió más votos es la coalición que actualmente gobierna el país, Unión por la Patria (UP). La competencia interna se dio entre el actual ministro de economía y el candidato elegido por la cúpula del peronismo a último momento, Sergio Massa, quien recibió el 21,40% de los votos, y Juan Grabois con el 5,87%, totalizando el 27,27% de los votos. La principal lista de izquierda, Frente Único de los Trabajadores (FIT), quedó en quinto lugar, con una expresión porcentual modesta que no superó el 3%.

Es importante señalar y considerar para el análisis político que las PASO de 2023 fueron las segundas con menor participación en la historia, solo superadas por las de 2021 cuando el mundo atravesaba la pandemia. Además de la abstención, las primarias argentinas estuvieron marcadas por una gran cantidad de votos nulos y en blanco que en conjunto sumaron más del 5%.

La situación en el país vecino es preocupante. El ganador de las PASO, Javier Milei, es un ultraliberal fascista con características ideológicas, programáticas y estéticas que lo asemejan a la “nueva” extrema derecha en todo el mundo, como Bolsonaro y Trump, pero también presenta pequeñas diferencias folclóricas, una especie de fascismo local, pero esta vez en las pampas. A pesar de abrazarse con Macri, el ex presidente argentino y uno de los principales responsables señalados por la crisis actual, Milei se destacó por señalar y denunciar a la clase política, presentándose como un economista outsider que no hizo carrera en la política y, por lo tanto, sería un buen administrador. Además, el candidato defiende la privatización total de áreas básicas como la salud y la educación, habla de dolarizar la economía argentina, la revocación de derechos sociales como el aborto e incluso la regulación de la venta de órganos.

Milei es la expresión argentina de un fenómeno mundial, con sus particularidades propias, como en todas partes, que ha conquistado principalmente a la juventud y ha tenido al interior del país como un gran aliado en las PASO, ya que en la capital Buenos Aires y en la provincia de Buenos Aires su votación no fue tan significativa, siendo del 17,77% y 24,52%, respectivamente.

Una vez más, es importante señalar que la victoria de la extrema derecha en Argentina no es un hecho aislado. Hay un padrón mundial, aunque con pequeñas diferencias. Entre los denominadores comunes se puede analizar una profunda crisis en el sistema democrático burgués, que genera desesperanza y desconfianza en los partidos y políticos del orden establecido. Este factor a menudo viene acompañado de la criminalización de la política y hace eco de voces más radicales que se autodenominan antisistema y luchan una batalla cultural contra todo y contra todos en un escenario en el que hay decepción, resentimiento y revuelta, logrando así capitalizar la indignación colectiva. La crisis de representatividad es también una crisis del Estado de bienestar social y en el escenario argentino esto se expresó en la pandemia, en el ajuste fiscal propuesto por la derecha tradicional y el peronismo, que llevó a la eliminación de muchos subsidios, a la precarización del trabajo y de las relaciones laborales y a la pérdida del poder adquisitivo de la población debido a la inflación del 120% anual. Además, no se puede ignorar que el interior del país no disfruta de todos los beneficios del Área Metropolitana de Buenos Aires, la región con la mayor densidad demográfica del país que recibe mayores subsidios en áreas como el transporte, el agua y la energía, por ejemplo. La cuestión de los unitarios vs. federalistas sigue siendo un problema difícil de resolver que forma parte del Estado-Nación argentino, pero eso es tema para otro artículo. Cito las diferencias entre la capital y el resto del país para ejemplificar concretamente las posibles razones de la alta variación en la votación del candidato de extrema derecha.

La crisis sistémica de la democracia burguesa y del Estado de bienestar social en el contexto argentino es protagonizada por los dos últimos gobiernos. Por un lado, el JxC como expresión de la derecha tradicional argentina, que gobernó el país en diferentes momentos, siendo su último gobierno entre 2015 y 2019 uno de los principales responsables de la actual crisis económica que atraviesa el país. Por otro lado, el UP, el gobierno actual, que en 2019 recibió la confianza del pueblo y, en una elección histórica con un fuerte respaldo del interior, ganaron las elecciones presidenciales en la primera vuelta, algo inédito en Argentina. Pero el gobierno no se alineó con las propuestas de campaña, el ajuste fiscal continuó, los indicadores económicos empeoraron, los costos subieron y la calidad de vida de la población sigue siendo la misma o peor.

No es un hecho menor que la crisis económica, social y política que atraviesa el país no sea de origen reciente, sino que tiene sus raíces históricas, con conexiones con la dictadura militar y la revuelta de 2001. Ya en el siglo XXI, las calles de Buenos Aires fueron escenario de una revuelta popular que ponía en duda la legitimidad de la casta política, un proceso que culminó en una sucesión de 4 presidentes en once días. Los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner, de carácter progresista, no lograron realizar una transformación real de la sociedad argentina, con Macri la situación empeora y, en el gobierno de Alberto Fernández, el país se encuentra en una situación alarmante; en el ámbito económico, la inflación está en aumento, y en el ámbito político, aparece la abominación fascista como una alternativa.

Dentro de este contexto, la indignación popular es real y cuestiona el sistema político tradicional. Una vez más, pensando en la dialéctica local-global, las figuras que aparecen como outsiders ganan fuerza, logran destacarse haciendo mucho ruido, impulsando una guerra cultural, con propuestas llamativas, destilando odio y prejuicio, amenazando a mujeres, personas LGBT, negros e indígenas, pero se presentan como una alternativa a todo lo que se ha presentado.

Es fundamental reconocer que estas voces que destacan en el mundo, que libran esta guerra cultural, son fascistas. Y el fascismo debe ser aplastado. Sin embargo, no tenemos en Argentina el 30,04% (el porcentaje de votación de la extrema derecha) de la población fascista. En el caso específico argentino, la propuesta de dolarización y las agendas anticorrupción de Milei atraen a jóvenes cuyas perspectivas de futuro fueron saqueadas por la crisis, que apuestan, de manera ingenua, por una alternativa antidemocrática, represiva, ultraliberal y anti-pobres.

El riesgo de Milei existe, es una posibilidad real. Es difícil hacer pronósticos electorales en este momento exacto, pero hay posibilidades de un giro hacia la extrema derecha privatista que criminaliza a los movimientos sociales y a las conquistas populares de los últimos años. Sin embargo, no podemos ignorar el hecho de que Argentina es un país con una tradición de lucha sindical, movimientos territoriales (movimiento piquetero), movimientos sociales fuertes. Un país que juzgó a más de mil militares de su última dictadura y que tiene un fuerte trabajo de recuperación de la memoria de los tiempos de terrorismo de Estado, que homenajea a los militantes muertos y desaparecidos por el horror en sus murales, películas, canciones y fechas nacionales. Además, en todo el territorio argentino hay presencia de diversas organizaciones de derechos humanos que actúan como resistencia contra la derecha y la extrema derecha. La tensión política aumenta y los movimientos democráticos deben estar a la altura de la tarea de detener al fascismo, disputar la conciencia de la clase y no se descarta la posibilidad de una rebelión popular, como la que ocurrió recientemente en Jujuy, en un país caracterizado por la animosidad y el historial de cambios abruptos de la coyuntura, especialmente en un momento tan delicado de crisis económica, social y política.

Es tarea de los revolucionarios combatir el fascismo y no permitir que la extrema derecha gane la lucha por la indignación popular. La rebeldía debe ser revolucionaria y de izquierda, y para ello es necesario denunciar que Milei representa el sistema capitalista en su versión más perversa y formular consignas tangibles que muestren la posibilidad de otro mundo.

Por último, el Frente de Izquierda de los Trabajadores (FIT), una vez pasadas las PASO, debe trabajar de manera cohesionada, ocupar las calles para detener al fascismo en las urnas. La izquierda argentina tiene una larga tradición y en este momento crítico debe mostrarse como una alternativa, estar abierta a posibles unidades de acción y promover un programa con consignas que dialoguen con la clase a lo largo del próximo período.

Vitor Cesario es miembro de la Comisión Internacional del MES (Brasil)