MICHAEL LÖWY: XIII TESIS SOBRE LA CATÁSTROFE (ECOLÓGICA) INMINENTE Y LAS VÍAS (REVOLUCIONARIAS) PARA EVITARLA

Escribe: Michael Löwy (*)

Introducción: Crisis climática y alienación

Todos somos pasajeros de un nuevo Titanic. Sin embargo, a diferencia del Titanic de 1912, los oficiales y la mayoría de los pasajeros de este hermoso transatlántico lo conocen mejor que nadie. Saben que si el nuevo Titanic sigue su rumbo actual, chocará inevitablemente contra un iceberg y se hundirá. El iceberg se llama “Cambio Climático”.

Algunos de los oficiales preguntaron sobre el cambio de rumbo. “Les dijeron que sería muy caro: habría que indemnizar a los pasajeros, etc., en resumen, grandes gastos. Entretanto, se tomó la resolución de reducir la velocidad, pero difícilmente se ha aplicado. Mientras tanto, en la lujosa Clase Business, la orquesta toca y los pasajeros bailan. En la clase turista, la gente ve el campeonato de fútbol por televisión. Un grupo de jóvenes indignados protestan y exigen otra ruta, pero sus voces quedan ahogadas por el ruido de la orquesta y la televisión.

Algunos pasajeros, tanto en clase preferente como en clase turista, están preocupados. Muy preocupados. Saben que varios clandestinos han conseguido subir a bordo del transatlántico. Se movilizan para atraparlos y arrojarlos por la borda. Una minoría filantrópica propone darles un chaleco salvavidas antes de abandonarlos en el océano. Aún se está debatiendo. 

Mientras tanto, el nuevo Titanic avanza inexorablemente hacia su iceberg. 

Esta alegoría tragicómica puede servir para ilustrar la situación de nuestra civilización (capitalista industrial moderna) ante la amenaza cada vez más evidente de catástrofe ecológica, a saber, el cambio climático irreversible e incontrolable, que amenaza los fundamentos mismos de la vida en general y de la vida humana en particular. ¿No es esto una alienación de la humanidad en su conjunto, incapaz de hacer frente al peligro inminente? 

El iceberg se acerca:

 ¿Qué es la alienación? El diccionario Robert da dos definiciones:

 1) Trastorno mental, temporal o permanente, que incapacita al individuo para comportarse normalmente.

  2) El estado de un individuo que se convierte en esclavo de las cosas y los logros de la humanidad, que se vuelven contra él.

¿Estamos en el primer caso? ¿Podemos hablar de una especie de “trastorno mental” colectivo que incapacita a los individuos para comportarse con normalidad? Tal vez. Pero en lugar de “trastorno mental”, deberíamos hablar de ceguera voluntaria o miopía agravada o comportamiento de avestruz (ante el peligro, con la cabeza en la arena).

Me inclino por la segunda definición del diccionario, siempre que se extienda del individuo a la colectividad.

El análisis clásico de la alienación (Entfremdung) se encuentra en Marx, en particular en los Manuscritos de 1844. Para el joven Marx, la alienación es el proceso por el cual los productos de la actividad humana, del trabajo, de la producción, se independizan de sus creadores y toman la forma de un poder autónomo, que escapa a su control y se les opone como hostil y alienígena.

Es el caso de las mercancías, el mercado mundial, los combustibles fósiles, la agricultura industrial, el productivismo y el consumismo. De hecho, toda la civilización industrial se ha convertido en un poder incontrolable que se vuelve contra sus creadores y amenaza con destruirlos. Es una especie de sistema “autómata” impersonal que funciona según sus propias reglas, perfectamente basadas en cálculos matemáticos (de beneficios y pérdidas) que no se pueden romper. El Nuevo Titanic navega con control automático, cuyo funcionamiento defienden amargamente quienes disfrutan de los privilegios de este barco de lujo.

Aún se puede evitar lo peor. Aún podemos salir del círculo vicioso de la alienación y recuperar el control del barco. Aún podemos cambiar de rumbo. Pero el tiempo se acaba…

Cambiemos de rumbo

¿Quiénes son estos jóvenes que intentan, con una energía inagotable, despertar a los pasajeros del Nuevo Titanic y romper el hechizo mortal de la alienación comercial? Las nuevas generaciones son cada vez más conscientes de que, dentro de unas décadas, tendrán que “pagar la factura” de la ceguera de quienes hoy ostentan el poder, ya sea económico o político. Entienden muy bien que el problema no es sólo del gobierno -cuya inercia es evidente, y se refleja en el espectacular fracaso de decenas de reuniones de la COP, incluida la última sobre el clima en Sharm el-Sheikh-, sino del sistema económico vigente (es decir, el capitalismo industrial moderno). Esta conciencia se refleja en el lema de innumerables manifestaciones desde la Conferencia de Copenhague en 2009: “¡Cambiemos el sistema, no el clima! Porque, como resume perfectamente Greta Thunberg: “Es matemáticamente imposible resolver la crisis climática dentro del sistema político y económico actual”.

Greta Thunberg -llamada “bruja” por fascistas, neofascistas y reaccionarios de todo pelaje- ha desempeñado innegablemente un papel catalizador en la movilización juvenil por el clima. Su llamamiento de 2019 a una huelga climática mundial fue seguido por 1,6 millones de jóvenes en 125 países de todo el mundo, y su llamamiento del 20 de septiembre de 2019, ¡por 7 millones! Puede que la crisis de Covid-19 haya frenado esta movilización, pero está volviendo a ponerse en marcha, de mil maneras diferentes: Viernes por el Futuro, Huelga Climática Global, Rebelión por la Extinción, Juventud por el Clima, etc.

Resumiendo el espíritu de esta generación, Greta Thunberg declaró recientemente: “No nos rendiremos sin luchar. Este espíritu de lucha juvenil es nuestra principal esperanza para evitar el hundimiento colectivo.

XIII TESIS

I.La crisis ecológica es ya, y lo será aún más en los próximos meses y años, la cuestión social y política más importante del siglo XXI. El futuro del planeta, y por tanto de la humanidad, se decidirá en las próximas décadas. Los cálculos de algunos científicos sobre escenarios para el año 2100 no son muy útiles, por dos razones: a) científica: teniendo en cuenta todos los efectos retroactivos imposibles de calcular, es demasiado arriesgado hacer proyecciones para un siglo; b) política: a finales de siglo todos nosotros, nuestros hijos y nietos, habremos desaparecido, así que ¿para qué?

II. La crisis ecológica tiene varios aspectos, con consecuencias peligrosas, pero la cuestión climática es sin duda la amenaza más dramática. Como explica el IPCC, si la temperatura media aumenta más de 1,5° con respecto al periodo preindustrial, es probable que se ponga en marcha un proceso irreversible de cambio climático. ¿Cuáles serían las consecuencias? Sólo algunos ejemplos: la multiplicación de megaincendios como el de Australia; la desaparición de los ríos y la desertización de las tierras; el deshielo y la desintegración del casquete polar y la subida del nivel del mar hasta decenas de metros: pero con menos de dos metros, vastas regiones de Bangladesh, India y Tailandia, así como las principales ciudades de la civilización humana -Hong Kong, Calcuta, Venecia, Amsterdam, Shanghai, Londres, Nueva York, Río de Janeiro- desaparecerán bajo el mar. ¿Cuánto aumentará la temperatura? ¿A qué temperatura se verá amenazada la vida humana en este planeta? Nadie tiene una respuesta a estas preguntas…

III. Se trata de riesgos catastróficos sin precedentes en la historia de la humanidad. Tendríamos que remontarnos al Plioceno, hace unos pocos millones de años, para encontrar una condición climática similar a la que podría darse en el futuro como consecuencia del cambio climático. La mayoría de los geólogos creen que hemos entrado en una nueva era geológica, el Antropoceno, en la que las condiciones del planeta se han visto alteradas por la acción humana. ¿Qué acción? El cambio climático comenzó con la Revolución Industrial del siglo XVIII, pero fue a partir de 1945 cuando dio un salto cualitativo. En otras palabras, la civilización industrial capitalista moderna es responsable de la acumulación de CO2 en la atmósfera y, por tanto, del calentamiento global.

IV. La responsabilidad del sistema capitalista en el desastre inminente es ampliamente reconocida. El Papa Francisco, en la Encíclica Laudato Si’, sin pronunciar la palabra “capitalismo”, denunció un sistema estructuralmente perverso de relaciones comerciales y de propiedad, basado exclusivamente en el “principio de maximización del beneficio”, como responsable tanto de la injusticia social como de la destrucción de nuestra Casa Común, la Naturaleza. Un eslogan universalmente difundido en las manifestaciones ecologistas de todo el mundo es: “¡Cambiemos el sistema, no el clima!”. La actitud de los principales representantes de este sistema, defensores del business as usual -millonarios, banqueros, “expertos”, oligarcas, políticos- puede resumirse con la frase atribuida a Luis XIV: “Después de mí, el diluvio”.

V. El carácter sistémico del problema queda cruelmente ilustrado por el comportamiento de los gobiernos, todos ellos (con muy pocas excepciones) al servicio de la acumulación de capital, las multinacionales, la oligarquía fósil, la mercantilización general y el libre comercio. Algunos -Donald Trump, Jair Bolsonaro, Scott Morrison (Australia)- son abiertamente ecocidas y negacionistas del clima. Los otros, los “razonables”, marcan la pauta en las reuniones anuales de la COP (¿Conferencias de las Partes o Circos Periódicamente Organizados?) que se caracterizan por una vaga retórica “verde” y una inercia total. La más exitosa fue la COP 21 de París, que se saldó con solemnes promesas de reducción de emisiones por parte de todos los gobiernos participantes -incumplidas salvo por unas pocas islas del Pacífico; si se hubieran cumplido, calculan los científicos, la temperatura aún podría subir hasta 3,3º más?

VI. El “capitalismo verde”, los “mercados de créditos de emisiones”, los “mecanismos de compensación” y otras manipulaciones de la llamada “economía de mercado sostenible” han demostrado ser completamente ineficaces. Mientras se “ecologiza” a cada paso, las emisiones se disparan y la catástrofe se acerca rápidamente. No hay solución a la crisis ecológica en el marco del capitalismo, un sistema enteramente dedicado al productivismo, al consumismo, a la lucha encarnizada por las “cuotas de mercado”, a la acumulación de capital y a la maximización de los beneficios. Su lógica intrínsecamente perversa conduce inevitablemente a la ruptura de los equilibrios ecológicos y a la destrucción de los ecosistemas.

VII. Las únicas alternativas eficaces capaces de evitar el desastre son las alternativas radicales. “Radicales” significa atacar las raíces del mal. Si la raíz es el sistema capitalista, necesitamos alternativas antisistémicas, es decir, anticapitalistas, como el ecosocialismo, un socialismo ecológico a la altura de los retos del siglo XXI. Otras alternativas radicales, como el ecofeminismo, la ecología social (Murray Bookchin), la ecología política de André Gorz o el decrecimiento anticapitalista tienen mucho en común con el ecosocialismo: en los últimos años han desarrollado relaciones de influencia recíproca.

VIII. ¿Qué es el socialismo? Para muchos marxistas, es la transformación de las relaciones de producción -mediante la apropiación colectiva de los medios de producción- para permitir el libre desarrollo de las fuerzas productivas. El ecosocialismo se inspira en Marx, pero rompe explícitamente con este modelo productivista. Por supuesto, la apropiación colectiva es indispensable, pero las propias fuerzas productivas también deben transformarse radicalmente: a) cambiando sus fuentes de energía (renovables en lugar de combustibles fósiles); b) reduciendo el consumo mundial de energía; c) reduciendo (“decrecimiento”) la producción de bienes y eliminando actividades innecesarias (publicidad) y plagas (pesticidas, armas de guerra); d) poniendo fin a la obsolescencia programada. El ecosocialismo también implica transformar los patrones de consumo, las formas de transporte, el urbanismo y los modos de vida. En definitiva, es mucho más que un cambio en las formas de propiedad: es un cambio de civilización, basado en valores de solidaridad, igualdad-libertad (egaliberté) y respeto a la naturaleza. La civilización ecosocialista rompe con el productivismo y el consumismo para favorecer la reducción del tiempo de trabajo y, por tanto, la ampliación del tiempo libre dedicado a actividades sociales, políticas, recreativas, artísticas, eróticas, etc. Marx llamó a este objetivo el “Reino de la Libertad”.

IX. La transición al ecosocialismo requiere una planificación democrática, guiada por dos criterios: la satisfacción de las necesidades reales y el respeto al equilibrio ecológico del planeta. Es el propio pueblo -una vez liberado de la propaganda y de la obsesión consumista fabricadas por el mercado capitalista- quien decidirá democráticamente cuáles son sus necesidades reales. El ecosocialismo es una apuesta por la racionalidad democrática de las clases trabajadoras.

X. Las reformas parciales no bastan para realizar el proyecto ecosocialista. Sería necesaria una verdadera revolución social. ¿Cómo definir esta revolución? Podemos remitirnos a una nota de Walter Benjamin en los márgenes de sus Tesis sobre el concepto de historia (1940): “Marx decía que las revoluciones son la locomotora de la historia del mundo. Tal vez las cosas sean diferentes. Puede que las revoluciones sean el acto por el que la humanidad que viaja en un tren tira de los frenos de emergencia”. Traducido a términos del siglo XXI: todos somos pasajeros de un tren suicida, que se llama Civilización Industrial Capitalista Moderna. Este tren se dirige a toda velocidad hacia un abismo catastrófico: el cambio climático. La acción revolucionaria pretende detenerlo… antes de que sea demasiado tarde.

XI. El ecosocialismo es tanto un proyecto de futuro como una estrategia de lucha aquí y ahora. No se trata de esperar a que “las condiciones estén maduras”: es necesario estimular la convergencia entre las luchas sociales y ecológicas y combatir las iniciativas más destructivas de los poderes al servicio del capital. Es lo que Naomi Klein ha llamado Blockadia. Es en el seno de movilizaciones de este tipo donde puede surgir en las luchas la conciencia anticapitalista y el interés por el ecosocialismo. Propuestas como el Green New Deal son parte de esta lucha, en sus formas radicales, que exigen el abandono efectivo de los combustibles fósiles – pero no en las que se limitan a reciclar el “capitalismo verde”.

XII. ¿Cuál es el tema de esta lucha? El dogmatismo obrero-industrialista del siglo pasado ya no es pertinente. Las fuerzas que hoy están en primera línea de la confrontación son los jóvenes, las mujeres, los pueblos indígenas y los campesinos. Las mujeres están muy presentes en la tremenda revuelta juvenil lanzada por el llamamiento de Greta Thunberg, una de las grandes fuentes de esperanza para el futuro. Como explican las ecofeministas, esta participación masiva de las mujeres en las movilizaciones es el resultado de que ellas son las primeras víctimas de los daños ecológicos del sistema. Los sindicatos también empiezan a implicarse, aquí y allá. Esto es importante porque, en última instancia, el sistema no puede ser derrotado sin la participación activa de los trabajadores urbanos y rurales, que constituyen la mayoría de la población. La primera condición es, en cada movimiento, combinar objetivos ecológicos (cierre de minas de carbón o pozos petrolíferos, o centrales termoeléctricas, etc.) con la garantía de empleo para los trabajadores implicados.

XIII. ¿Tenemos alguna posibilidad de ganar esta batalla antes de que sea demasiado tarde? A diferencia de los llamados “colapsólogos”, que proclaman a voz en grito que la catástrofe es inevitable y que toda resistencia es inútil, nosotros creemos que el futuro sigue abierto. No hay ninguna garantía de que ese futuro sea ecosocialista: es objeto de una apuesta en el sentido de Pascal, en la que todas las fuerzas están empeñadas en “trabajar hacia la incertidumbre”. Pero, como dijo Bertolt Brecht con gran y sencilla sabiduría: “El que lucha puede perder. El que no lucha ya ha perdido”.

(*) Michäel Löwy es un sociólogo y filósofo marxista franco-brasileño. Ha sido director de investigación emérito del CNRS y profesor de la EHESS de París. En 1970 publicó una de las obras más respetadas sobre el pensamiento del Che Guevara: El pensamiento del Che Guevara.​